En 2014 una pareja ya sin hijos en casa,  nos consultó por las posibilidades de un piso que querían comprar en el barrio del Raval. La casa necesitaba una reforma integral, pero sobre todo querían saber si tenían posibilidades de conseguir un apartamento que diera respuesta a sus necesidades.
La propuesta de distribución surgió de las «necesidades funcionales» de los futuros propietarios y de “entender su propia concepción de hogar»: un espacio abierto y luminoso para disfrutar con amigos.

En origen el piso estaba fraccionado en muchos cuartos diminutos y tenía la cocina en la parte trasera. Afortunadamente no había muros divisorios portantes, así que lo tiramos todo: paredes, puertas, suelos y techos. El proyecto era crear un espacio diáfano que uniera salón, comedor y cocina en un todo continuo. Comunicamos incluso el apéndice del rectángulo independizándolo (ocasionalmente) con unas librerías móviles. Quisimos comunicar las estancias y que resultaran visualmente uniformes.

Nos ayudamos colocando una tarima continua. El mismo suelo en todo el piso. Paredes blancas.
El resultado: un escenario suave y discreto donde reina un orden pacífico.

El dormitorio principal se concibió como dormitorio en suite, mientras que el apéndice del rectángulo, separado con librerías correderas funciona como «estudio» y  esporádicamente como “dormitorio de huéspedes” para los hijos que ya no están de forma permanente en Barcelona.

En un piso de no muchos metros cuadrados,  el objetivo ha sido una estudiada configuración de espacios polivalentes y proporcionados que multiplican las posibilidades funcionales, en una vivienda de tamaño ajustado pero enorme potencial.