“La arquitectura es el juego sabio y magnífico de los volúmenes bajo la luz”. Un aforismo del arquitecto suizo, con el que muchos se han empeñado en sintetizar más de medio siglo de obra.
Y ya sabemos que la arquitectura es mucho más compleja. Un proyecto siempre está entrecruzado con aspectos sociales, económicos, estéticos que no pueden reducir la arquitectura a un simple concepto, pero cierto es que la luz juega un papel determinante en la “atmósfera de los espacios”. Exteriores e interiores.
Esto es lo que hace que el proyecto de iluminación sea tan importante en el diseño de los espacios. Ya decía Baltasar Patiño, que “la luz puede construir o destruir un espacio” ¿o no te ha pasado eso de entrar a un restaurante donde sientes que la atmósfera te envuelve, te cobija, y después de un rato sentado, detectas que el espacio no tiene ningún material, ni morfología especial? Se debe nada más y nada menos que al diseño de la iluminación.
—————
Diseñar con luz natural.
Vaya por delante, que bajo el paraguas de la arquitectura pasiva, nos hablan de aprovechar al máximo los recursos naturales. Por tanto, en nuestros proyectos, el objetivo principal siempre será minimizar el uso de la iluminación artificial.
Sin embargo, hemos de tener en cuenta, que al “diseñar” a partir de la luz natural diurna, a veces puede ser difícil controlar la alta radiación solar, por lo que debemos ser muy conscientes de que herramientas tenemos para tamizarla, de cara a evitar la radiación directa.
Tampoco podemos olvidar la incidencia de la orientación. La luz del norte, suele ser la más adecuada para los espacios de trabajo, ya que no genera tantos claroscuros ni sombras, resultando mucho más constante a lo largo del día y sin radiación directa.
Pero por mucho que minimicemos el uso de la luz artificial, no podemos vivir sin ella. Hay espacios que no cuentan con buena luz natural, y también tenemos las noches: negras y oscuras. Así que resulta imprescindible saber manejar el diseño de la luz artificial, para dotar a las estancias del confort que les pedimos.
—————
Diseñar con luz artificial.
Aunque no sepamos qué hora es, ni tengamos referencias temporales sobre el día y la noche, nuestro cuerpo de forma innata marca un ritmo de aproximadamente 24 horas. Y lo hace gracias a los ciclos circadianos.
O sea, que tenemos algo así como un reloj interno, que sincroniza nuestro metabolismo, movilidad intestinal, ritmos hormonales (melatonina, cortisol, etc.) donde el cerebro es el director de orquesta.
Y uno de los estímulos externos que más influye en la sincronización del reloj central (hipotálamo) es la luz.
Podríamos hablar largamente sobre los procesos biológicos, pero de cara al proyecto de iluminación de un espacio, lo más importante es saber que en la medida que diseñemos alineados con la luz natural, ayudaremos a que no se produzcan desajustes en el cuerpo, por la desincronización entre nuestra biología y los ciclos ambientales de 24 horas.
Así que, para ir al meollo del asunto, hemos sintetizado en unos pocos puntos, algunos de los criterios más importantes a la hora de diseñar con la iluminación.
1. Adaptar los espectros luminosos según las horas del día (siempre que la actividad lo permita).
Las luminarias se caracterizan, además por su cantidad de luz y capacidad de regulación, por su color aparente, es decir la temperatura de color, que se clasifica según cálido, medio y frío. Los colores cálidos suelen resultar más acogedores. Sin embargo, hay que vigilar que no sean tan cálidos que disminuyan el rendimiento del color.
Para las estancias donde queremos invitar a la relajación, hemos de usar iluminación cálida (entre 2.700ºK y 3.000ºK de temperatura), para no activar nuestro metabolismo.
En aquellas estancias donde nos despertamos y dormimos es importante tener la opción de encender una única luz muy cálida (1.000ºK / 1.500ºK), que invite a relajarnos y no altere nuestro sistema si nos levantamos a mitad de la noche.
2. Controlar la exposición a la luz fría.
Aunque la luz fría aumenta la productividad, su uso permanente provoca daños en los tejidos oculares e inhibe la producción de melatonina, causando sueño, estrés y fatiga, por lo que es importante restringir su uso en espacios de trabajo, donde se requiera concentración. La luz fría es la utilizada en espacios de alto rendimiento y precisión: quirófanos, oficinas, pero hemos de controlar su uso en espacios domésticos.
3. Generar contraste, zonificando según usos.
La iluminación homogénea en un espacio grande, y diáfano genera fatiga visual, y no permite a los ojos descansar. De modo que es muy recomendable diseñar diferentes tipos de iluminación para los diferentes usos.
Así, por ejemplo, en un espacio de trabajo (como podría ser la cocina, un despacho, un taller) será importante conseguir una diferenciación de zonas a partir de la luz:
a) Luz de mayor intensidad para zona de trabajo (encimera o escritorio),
b) Luz de menor intensidad para zonas de paso,
c) Luz media para zonas de almacenaje.
El efecto que se consigue con dicroicas empotradas en falso techo, es mucho más homogéneo que el obtenido con luminarias situadas a otras alturas. Los distintos ángulos de apertura de las bombillas también generan diferentes escenarios. Estos recursos (entre otros) ayudan a generar contrastes, para evitar iluminaciones homogéneas agotadoras.
4. Combinar iluminación directa e indirecta.
En casi todos los ambientes de una vivienda, necesitamos luz intensa para acciones precisas (comer, tejer, cocinar, estudiar, leer, maquillarnos, afeitarnos) y una luz más débil para acompañar acciones más relajadas (escuchar música, hacer sobremesa, circular, levantarnos por la noche a tranquilizar a un bebé). Un proyecto de iluminación, debe tener en cuenta los distintos verbos, para atender a las necesidades de cada momento. Procurando luz suficiente y de calidad para acciones que requieran precisión y concentración, y luz tranquila y relajada para acompañar acciones donde no interesa activar nuestro metabolismo (sino más bien al contrario).
5. Dar la posibilidad de atenuar la iluminación.
Otro recurso para atenuar intensidad, es utilizar dimmers, que son aparatos electrónicos que permiten regular la intensidad o voltaje.
De esta forma, nuestro punto de luz, tendrá una intensidad variable, lo que nos ayudará a tener el ambiente lumínico deseado en cada momento, con el consiguiente ahorro de energía cuando ponemos la bombilla con luz baja.
6. El índice de reproducción cromática.
Para terminar con esta pequeña guía, vamos con un concepto algo más técnico: el CRI, o índice de reproducción cromática.
Es la característica de una bombilla, que permite mostrar con mayor o menor fidelidad, los valores (colores) de un objeto, tomando como referencia la luz natural. La normativa obliga a un CRI mínimo de 80, pero este valor no es recomendable para zonas donde pasamos muchas horas forzando la vista.
Sirva como referencia que un fluorescente, tiene un CRI de 60. Y en el mercado hay muchas bombillas económicas, con un CRI inferior a 80.
Algunas conclusiones.
Una buena iluminación, atañe a nuestra salud visual, y depende tanto de las características de los productos, como de las estrategias de diseño del proyecto lumínico.